viernes, 17 de abril de 2015

Entre mis líneas.

Todo es limitación, todo es aburrimiento, todo es abastecimiento de ideas erróneas y decisiones extremas, sobre todo esta última, siempre tienen que ser extremas, no hay excepción.  Lo peor es que la consciencia nunca podrá con los impulsos, lo he descubierto en noches en las que no tengo razones para luchar, más bien, no tengo razones para nada. Es más, mis razones son vacías, vacías hasta la espina dorsal, pero siempre estoy llenándolas con algodón, con harina, con arena, con qué se yo. Me aturdo.  Eso, me aturdo.

Me veo una y otra vez al espejo, una y otra vez, cada vez más transparente, cada vez más llena de remordimiento y cosas que desearía poder decir sin tenerle miedo a palabras llenas de sal. Una y otra vez. Pero también cada vez menos. 

Atascada me encuentro, atascada entre bestias del mundo real, donde no hay cabida para mí, no porque no sea capaz, sino porque mi capacidad tal vez no se ajuste a fines tan sencillos. Esto sin ningún sentido de presuntuosidad, pero me entorpece los sueños; hecho esperado por supuesto, los sueños para eso son, pero no es momento para eso. Sabré cuando mis sueños estén listos para ser entorpecidos. 

Sabré cuando no encuentre mi camino, me decía. La verdad nunca he avistado ni el más mínimo punto de partida ni el mínimo punto de llegada. Todo eran martilladas a mi cuerpo. Martilladas con clavos de credibilidad.

Voltearía una vez más, pero ya ni mirar al pasado reconforta, ni el presente,  mucho menos el futuro tan compacto. 

Dolores de cabeza, dolores de cabeza engullendo lo poco que queda de mí, porque ya soy vieja a mis 22 y porque mi rostro destaca lo peor de mí. En fin, no podría comprender muchas cosas de no ser por esas cicatrices.  De no ser la llave de mi esencia en estos momentos, donde ya ni estoy allá ni aquí, pero tampoco estoy por estar, mucho menos necesito un hogar, no ahora, no por siempre, no sabría.

Porque a todos nos falta algo y siempre nos va a faltar, siempre nos van a perjudicar las raíces y los dedos.  Mis dedos... Mis manos... Tan ajadas, tan no magnéticas, tan despreciables, tan descuidadas, tan mortificadas, tan destruidas por mordidas de ansiedad. Estómago de papel, piel de cemento. 

El simple hecho de ver eso me basta, sí, me basta para llegar a una conclusión. Pero esa conclusión no puede ser, porque concluye; no se puede concluir, ninguna cosa concluye, nunca. 

Hay un sentimiento de traición en todo lo que hago, no sé porqué, probablemente me traiciono a mi misma día con día. A pesar de todo, no me canso de ser amable. No me canso, es la única parte de mí que no estoy dispuesta a traicionar, tal vez lo único que queda de mí  a través de mis tiempos. A través de todo.

















No hay comentarios:

Publicar un comentario