domingo, 24 de febrero de 2013

¡¿Y saben qué?!

¡¿Y saben qué?!
Adiós con este peso
Adiós con mi tristeza, yo soy feliz, yo soy universo
Adiós con las cadenas que tan clichés me amarraban
Los clichés son de lo más aburrido.

Adiós con preocupaciones al por mayor
Adiós con el sube y baja
Adiós con mi inseguridad
Adiós a esas mentes cerradas que me rodean
Allá ellos que no vean mi cariño y lo conviertan en ofensas
Allá ellos, yo los quiero bien, mis deseos siempre son anís.

Adiós con su desconfianza
Adiós con su falta de fe, su falta de esperanza
Yo soy la esperanza en su totalidad
Adiós con mi cansancio espiritual
Soy fuerte y no vivo de nadie más.

Adiós a las críticas, a lo que no se dice de frente
Adiós con su necesidad de siempre atacar, 
Allá ellos que son tan débiles, que no tienen la fuerza de entregar el corazón
Entregarlo a los amigos de verdad, a los amores de verdad.

Yo no temo, yo me entrego
Sí, sufriré en el transcurso, pero ¡Ah! ¡Cómo vale la pena!
Siempre llego al fondo, siempre siento belleza
Así que a mí, a mí que ni me vengan a hablar de sus tragedias, ¡falsos!,  
Orgullosa estoy porque yo no me escondo,
Yo no soy algo que se pueda descarrilar, mis metas van más allá de sus pequeños horizontes
Adiós con el falso concepto de ser mejor que los demás por medio de pisotones.

¡Adiós! 





domingo, 10 de febrero de 2013

Un poquito de locura.

Los árboles pasan...pasan. Mi mirada se centra en ese largo camino de gigantes verdes, el aire golpea mis cabellos y el auto no puede estar en mejores condiciones. Después de darme cuenta de cada detalle a mi alrededor, comienza mi verdadero viaje.

Hace días me encontraba reflexionando como de costumbre en el rincón más acogedor de mi departamento, pensando en las mil y una razones por las cuales había decidido rentar ese lugar en medio de una metrópolis, de una ciudad tan ajetreada como Nueva York. Era un lugar perfecto para explorar y vivir la cultura, la moda, los andares filosóficos por las calles más bonitas, todas éstas eran razones perfectas, y siempre me volvía a convencer una y otra vez de que había sido la decisión correcta.

Me gustaba mi trabajo en la editorial, y disfrutaba de los placeres de vivir sola, tenía buenos amigos y ya tenía perfeccionada la técnica de la hipocresía para cierto tipo de eventos. No se imaginan cuán grande y rica era mi agenda de actividades. En fin, no estoy aquí para presumirles ni venderles la idea de vivir por acá, sino el suceso que cambió mi manera de ver al mundo para siempre.

Una noche, mientras apreciaba el cielo, sentí luces...así es, sentí luces en mi alma cansada, y esas luces me vinieron a contar lo que vendría después para mí.

Stephen: La historia y presencia que tales luces tenían en vista para mí.

No conocí a Stephen, más bien, sólo me estaba esperando. Pienso que las personas nunca se conocen, ni se presentan, sólo es un acto de cortesía, porque cada persona que llega a tu vida, ya te conoce, sólo esperan su turno para convivir contigo. Así que le llegó el turno a Stephen, y bajo esa presentación encubierta, hubo dos almas aliviadas, con las cuales verificamos que definitivamente romperíamos las reglas y jamás dejaríamos que nuestro turno terminara. 

Su entrada a mi vida se manifestó en un árbol, no necesitan saber los detalles. Les doy la libertad de que elijan cómo sucedió lo demás, pueden imaginarlo  como uno de esos cortometrajes tan misteriosos y fantásticos, o como parte de su novela romántica favorita, imaginarlo como si hubiera sido parte de un viaje redondo de 80 días, o como sus sueños más alocados y frenéticos, convertidos en hechos. Como sea que hayan decidido, no le cambien la parte en la que me vuelvo naturaleza tenaz y él materia inventada.  

No recuerdo haberme encontrado en un mundo pintado, sino por uno esculpido, pero  sí me produjo un vuelco en mi nido de metamorfosis, pasando a un estado de belleza permanente. De esa manera empezé otra vez, y el primer paso era ese camino de árboles tan altos, el portal, ese vortex que me llevaba de una dimensión a otra. Tenía muy buenas razones para dejarme llevar , y me convencía una y otra vez que eso era lo correcto.