sábado, 14 de julio de 2012

Verde olivo.

Ésta es la historia de una chica que siempre lloraba, siempre moría, siempre se desvanecía. No sabían que tenía, así que terminaron diagnosticándola con depresión crónica, dándole un montón de pastillas que sólo le destrozaban el estómago. A pesar de todos los intentos posibles por curarla con medicamentos,  flores, dulces, ella seguía llorando todos los días, decía que le faltaba la libertad, la libertad que siempre había soñado, pero ésta nunca llegaba. Ella tenía la ferviente y (como todos pensaban) mala idea de que la libertad le llegaría del aire, de un aroma, de su criatura mágica con bella armadura. Todos se habían resignado a que seguiría deprimida por el resto de sus días - en este mundo color gris no hay lugar para criaturas mágicas ni libertad, y menos provenientes del aire - Decían. Cecilia moriría doble, triple, hasta que no quedara ningún rastro de su existencia en el universo.

Cecilia no tenía ni siquiera que atentar contra su vida, se temía que llegara a querer suicidarse, pero ya estaba demasiado perdida, porque los que realmente  desean acabar con sus vidas no están perdidos,ya que aún tienen el poder de decidir, Cecilia no, simplemente no. Si la mirabas te sentías ultrajado, su estado inspiraba invasión, sus sentimientos habían sido destrozados, y su cuerpo lleno de drogas se encontraba. No importaba el brillante cabello color rubio de Cecilia, ni sus hermosas manos detalladas con marfil, ni siquiera esos ojos, que a pesar de tener la apariencia de la dilatación, seguían siendo color verde olivo, hermosos, hubiera apostado que esos ojos eran lo único que ella necesitaba para ser feliz, libre, esos eran las criaturas mágicas para mí. 

No había color en la vida de Cecilia, eso estaba claro, no realizaba ninguna actividad, el medicamento la tenía durmiendo casi todo el tiempo, despertaba, comida insípida, baños terribles, y nada de libertad ni bellas armaduras. Intentaron llevarle a un amigo de la familia vestido con una armadura de juguete acarreando un peluche llamado libertad, pero no funcionó, globos tampoco, fragancias en su cuarto menos,  nada servía.

Nuestra chica delicada no vivía, el respirar le aturdía, empeoraba, ya ni siquiera pedía libertad del aire. Todos se estaban preparando para su partida, su partida de verdad, porque ella ya se había ido de su corazón hace mucho tiempo. Al enterarse de la cercana muerte de Cecilia, Santiago decidió regresar, el amigo de la infancia de nuestra chica desahuciada, regresaba de España, había ido a estudiar para convertirse en un gran escritor, sólo se quedaría por corto tiempo, ya que ni siquiera él poseía eternidad para Cecilia. 

Por fortuna...o desgracia, Santiago aún estaba en la ciudad para cuando Cecilia daba sus últimas respiraciones, ella ya se había rendido con la libertad de parte del aire, y con su criatura mágica. Santiago no sabía qué hacer, y se asombraba al descubrir que ella todavía seguía siendo esa niña preciosa a la cual conoció. 

Santiago tomó una decisión, le leería a Cecilia uno de sus trabajos que había realizado en la universidad, aunque ésta dormía plácidamente, Santiago tenía confianza en que lo escucharía. Cecilia no escuchó casi nada lamentablemente, pero si logró escuchar el siguiente fragmento, y la voz de Santiago simulaba un pájaro aprendiendo a volar, ella escuchó:

¡Oh mañana cantora! caes en mí como lo haría un amor, un sentimiento puro y espontáneo, me agrada tu canto, me agradas, me llamas. 
Ahora decido buscarte en las noches, cuando tu vida se torna magenta, más yo la hago luminosa de nuevo, la convierto en mi guía, te siento. 
Si las estrellas se convirtieran en perlas, yo las tendría todas, todas en mis manos, para disfrutar la esencia de lo que es ser uno con el universo.
La vida no me domará, porque yo seré su jinete, bellas melodías sonarán a mi paso, y la tristeza se  habrá alejado para siempre de mi lado, sólo quedará la magia con la que escribo y la pasión con la que fallezco cada que me encuentro con una nueva mañana.

Cecilia abrazó el sonido de estas palabras, le cayeron como tornado, le sanaron como un polvo maravilloso, Cecilia despertó en una mañana nublada.

Al abrir los ojos  Cecilia observó a Santiago, que lucía ido en una belleza...la cual ella nunca había visto en los ojos de nadie..en sus ojos encontraba rupturas de candados, puertas abiertas, revolución, voluntad, hermosura transparente. Sí señoras y señores, Cecilia había encontrado la libertad. Santiago no había visto que ya estaba despierta, sólo miraba por la ventana, desgarrado con sus propios pensamientos, desgarrado de su alma, porque ésta se había ido a volar... sí, aprendió rápido.

-¡Libertad!- exclamó Cecilia borracha de entusiasmo. Santiago bajó de las copas de los árboles para verla gritar, y sonreír, y llorar.
- ¿Libertad Cecilia? ¿dónde?- pregunta Santiago.
- ¡En tus ojos! ¡En tus ojos!
- ¿En mis ojos?
-¡Sí! ¿Qué no la sientes? se te está derramando desde el corazón, ¡es tan fuerte que la siento!
- Santo Dios Cecilia tranquila- le contesta con una leve sonrisa.
-No, tu voz, tu vuelo, lo ví, lo escuché.
 - ¡Oh! creo que te gustó mi trabajo  Ceci, me siento halagado- dice sonrojado.

Para esto su familia ya se había reunido  en su cuarto, y miraban asombrados lo que acontecía, al parecer su chica deprimida no era más, se había despojado de su manto áspero, y la suavidad regresaba a su personalidad.
Sin más agradecieron vagamente a Santiago, ya que no sabían la verdadera razón que había hecho cambiar tanto a Cecilia. Exacto, no sabían, ¿cómo iban a saberlo? ellos no se acercan ni poquito al sentimiento ni al pensamiento.

-Santi, gracias- le dice Cecilia con sollozos.
- De nada- contesta, mientras nota que le ha llamado por su nombre ¡lo recuerda!
- Eres mi criatura mágica.
-No, la verdadera criatura mágica eres tú.
-¿Por qué tardaste tanto en regresar?
- Lamento haber tardado tanto en volver Ceci.
-No pasa nada, de igual manera ¿Ya te marchas verdad? puedo verlo en tu cara - la desilusión en su voz.
Ante esta pregunta Santiago se queda paralizado, pero logra responder.
- Lamentablemente sí querida Ceci, tengo asuntos pendientes en España, pero pasaré mañana temprano a dejarte algo ¿De acuerdo?
-De acuerdo.

Se podría decir que Cecilia ya estaba bien, pero a pesar de haber encontrado la libertad, sabía que había sido en alguien más, y se empezaba a preguntar cuándo se enfrentaría a la suya. Con este pensamiento se quedó dormida, pero de ese sueño en el cual realmente se descansa y juegas sin riesgo. A la mañana siguiente, Santiago entró a su recámara con una cajita de madera, con barniz color guinda. Le enseñó lo que contenía a Cecilia, y le explicó:

Mira Ceci, lo que hay aquí no es más que el portafolio en donde escribí lo que te leí, entre otros poemas y cuentos, los cuales son acompañantes de vuelos,así como tú lo dices. No tengo copia de estos escritos, se quedarán contigo, sé que los cuidarás con cariño. Pero eso no es todo, aquí incluyo una pluma, tiene un diseño de conejito, no sé por qué, pero con ese animalito siempre me acuerdo de ti. Y si mal no recuerdo, a ti también te gustaba escribir, espero puedas escribir algo, pero por lo pronto puedes empezar mandándome cartas en las que puedas contarme todo, y como es que olvidaste sonreír, quiero que aprendas la dicha de reír. La pluma, y sabes muy bien, te hará ser libre. Esos ojos verde olivo que tanto estimo pintarán libertad también. Sólo recuerda  "Frambuesas en el palacio"...

Cecilia abrió los ojos como si quisiera que se le salieran, con esas palabras, ese título, explotó su corazón. "Frambuesas en el palacio" era un cuento que ella había escrito cuando tenía 12 años, y lo recordó como si se le viniera el mundo y cayera sobre su cabello rubio desordenado. Cecilia comenzó a llorar.

Con el llanto de Cecilia desapareció el universo, Santiago le dejó pluma y papel para que escribiera  nuevos cuentos, tal vez ahora serían reinos, países, y contendrían más de una fruta. El aroma de las frambuesas tocó los rincones del cerebro de Cecilia, un aroma con amor, con inocencia, el aroma de la vida.  Sin más se despidieron, Cecilia recordaba su tragedia como si hubiera sido un error en el sistema, pero estaba decidida a recapitular y poder explicarle a Santiago el por qué olvido sonreír. Lo miró irse, imaginando España como si fuera otro planeta, al cual ella no podría aterrizar, pero sus letras sí, esas le llegarían a Santi directo al corazón.

 Santiago, al contrario de como se había dicho antes, sí tenía eternidad para Cecilia, eternidad de lavanda, de canela, eternidad de ideas. 



Próx:
La carta llena de gris.
Frambuesas en el palacio.

Por si acaso les interesan, gracias por leer.