jueves, 5 de abril de 2012

Y así una vez más.

Esa noche todo se perdió, todo se esfumó de su lugar en Roma, de su tarde en París, de su homogénea situación. -¿Para dónde se va la música de piano cuando no me encuentro?- pensó, y dirigió su mirada a la pared izquierda, -¿se va a allí?, no, de seguro se va a la pared derecha, no le caigo muy bien- dijo en voz baja sin ningún sentimiento de incongruencia. Su música de piano no estaba, y no fue hasta que ésta desapareció, cuando se dio cuenta de que siempre había sido su música de fondo, siempre había sido su lazo preferido, y que la extrañaba desesperadamente. No quiso llorar más por su estancia en aquella cama, la cual se entrometía entre ella y la relación amorosa que llevaba con Roma, así que decidió hacerle caso a su nueva situación. Más allá de su latente sentimiento de pérdida, se hallaba el ingenio, con el cual controlaría su presente suceso, sabía que la música de piano no había desaparecido nada más porque sí, algo había tocado tan profundo que logró llegar a su santuario musical, destruyendo a su huésped principal, y después recordó, -La pared derecha posee todo, la miraba cuando divagaba sin esperanza, me da miedo volver ahí, aunque…Mi piano.- Su piano la llevaría de regreso, de regreso al acontecimiento que la había hecho perderlo.

Así que regresó, de una noche pasó a otra, de Italia a Noruega, de Japón a su ciudad natal, y encontró el lugar de los hechos fraudulentos, y rara fue su reacción cuando se dio cuenta de que el lugar no era tangible, era estúpido, pero se encontraba presente en sus actividades diarias, sí, y la duda volvió, analizó letras y expresiones, calló su existencia por un momento y de nuevo pensó – Tontería más grande no podría cometer, me jodo mis noches por estupideces como esta, aunque…Han pasado años, ¿era necesario? Sólo quiero mi música de vuelta…- A este grado de la narración se han de estar preguntando qué es eso a lo que se refiere, ¿cierto? Pues digamos que, la razón si era tonta, sí era una estupidez, pero le hizo dudar, y se ha de tener compasión por las personas que dudan, la duda te exprime vitalidad, la duda no merece suceder. Y a eso habrá que añadir que su descubrimiento apareció sin buscar, y todas las noches se repetía a sí misma que no debía dudar…

Efectivamente, la pared derecha no era su amiga, la odiaba, pero tuvo que nadar cada vez más en sus aguas grisáceas, adentrarse a ellas sin miedo, y después de apretar su espíritu en el camino, llegó a donde se encontraba su música de piano; ésta se hallaba encarcelada, batalló un poco hasta que encontró la mitad de la llave en un remolino de arena, luego escarbó sin parar en busca de la otra, pero varios recuerdos e intentos después, se dio cuenta de que no hallaría la otra mitad, así que sólo rescató parte de la melodía de piano. Comprendió que pasaría los siguientes años sin la melodía completa, pero no le faltaría su piano, sabía que no podría descargar sus preguntas, porque eso terminaría en tragedia, así que sería dichosa con la mitad de su melodía, y la duda no la asustaría, al menos no siempre.

Sin embargo, dentro de su extraña situación, se confiaba en su destino, se confiaba en el destino como su salvación, ciertas personas le temen, pero realmente, ¿se tiene que temer? Ella cree fervientemente que no, el destino sabe lo mejor para su existencia y no le defraudará, aunque lo haga, sólo no dejará a la marea tocar sus pies, sí, sentirá al máximo, sí, lloverá en emociones, sí, será feliz, pero siempre con la certeza de que si algo le azota, ni siquiera perderá el equilibrio, no se sorprenderá, el destino le cuida y no permitirá que se ría de ella. La cuerda floja nunca fue más fácil de cruzar…

Así, después de acontecimientos encantados y guerras de caramelos nos encontramos con una confusa y extraña historia de otra de ellas, otra de letras sin un mensaje claro, sin un orden por seguir, porque, siendo honestos, el orden interno nunca ha sido muy popular, se necesitan palabras al por mayor para explicar, y agrada la idea de sólo aventar alucinaciones, atrapar pájaros inmóviles y oler la acera, oler el calor… oler una puerta.

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